martes, 14 de octubre de 2014

¿Y qué si sonreímos y cualquier día se vuelve domingo y eso de pronto es algo bueno? Qué si caminamos juntos descifrando bellezas que desafían el concreto?
¿Por qué venís a desafiar mi vocación de lobo regalándome alas?
¿Por qué me mostrarías el blanco incandescente que espera más allá del círculo de sombras en el que me acurruco como un animal herido, a lamer mis heridas una y otra vez (¿será que son menos herida de lo que esperaba? Ya no necesito que duela para sentirme vivo y eso también es un poco vos)?
 ¿Por qué te empeñás -pero escribí te empenás y eso también es cierto- en dibujarme sonrisas con crayones de colores estridentes y lunares? ¿Quién sería yo sin mi tristeza?
Yo solo quería ser isla y vos me estallás en puentes. Los veo formarse: ladrillos olvidados y niebla aquél, por allá hierro ferroviario y durmientes, uno hecho para la procesión de un rajá -todo elefantes enjaezados,mosaicos y minaretes, ancho como un corazón que mira al este. Otro es solo un tronco caído, tan improbablemente enorme que es también una ciudad tallada en madera donde los hombres sueñan con fuego; otro es solo tules, jirones de viento y fe. Ante mi fascinado horror, emerge uno más, parisino, completo con escalinatas y una muchacha que suspira. Trato de sacudírmelos, los confundo con anclas, pero tus puentes se multiplican incansables.
¿Y qué si sigo siendo yo sin mi soledad insular? ¿Y qué si te quiero?